ANDRÉS LEBRIJO PÉREZ - Esperando el "búho" en Lisboa


Hoy viernes 28 de enero de 2011…..bueno, no.Mejor dicho 29, porque a las 4 y cuarto de la mañana ya se puede considerar sábado. Hoy (vuelvo a comenzar), salí a cenar al Wok japonés situado en pleno Baixa, en Lisboa. Justo debajo del turístico elevador de Santa Justa. Fui con mis colegas Erasmus. Después de tan grandiosa cena decidimos salir a beber unas cervezas por el famoso Bairro Alto. Fuimos a un bar cubano, muy cerca del Mirador de São Pedro.
Era una noche muy cerrada, de esas en las que llueve poco pero constantemente. A las 3 de la mañana, y cuando nos echaban del bar, ya nos fuimos cada uno para su casa. No quiero saber, ni me interesa, si alguno/a fue a la morada de otro/a. Yo tenía que cogerme el “búho”, o sea el autobús que circula por la noche, que me lleva a mi casa, el 202. Este pasa por el mismo Miradouro, solo que a las 3.35. Dicho lo cual tenía como media hora para vaguear “sozinho” hasta que llegase mi deseado autobús.
Mientras esperaba el búho decidí ir a mirar por el mirador las fabulosas vistas de Lisboa de noche en con un cielo lluvioso pero iluminado. Qué bonita. La verdad es que me alegro de estar aquí estudiando y no en una ciudad del norte de Europa. El parque del mismo Miradouro está casi vacío, solo quedan los borrachos de (pen)última hora. Respiro y pienso “esto es Lisboa”. “Me gusta”. De repente comienza a llover bastante y antes de ir a socorrerme en unos de los soportales cercanos a la parada del autobús decido echar la mirada atrás y grabar en mi memoria esa imagen, ese plano, ese cuadro de nubes, edificios antiguos y luces amarillas. En Madrid no puedo ver esto.

Cuando ya estoy en el soportal oigo al instante una música altísima que sale del 2º piso de un edificio, con todas las ventanas abiertas, de cara al parque. “Joooder. Menuda fiesta se está pegando esos”. Pero lo más curioso de esto no es el hecho de encontrarte una fiesta en una casa a estas horas, sino por lo que vi a continuación, y por lo cual cuento esta experiencia.
Observé que debajo de la casa, en el portal y en el mismo parque de São Pedro, los jóvenes (borrachos o no) bailaban y danzaban al ritmo de esta música. Por un instante, solo por un instante, entré en un momento de felicidad absoluta. Un momento de placer colectivo. Toda la gente que estábamos ahí éramos felices. No había una cara sin una sonrisa. Me acordé del final de la película “El perfume”, cuando todos entran en una especia de éxtasis común, en una orgía. Puede parecer una gilipollez, una estupidez, pero para mí fue descomunal; y quiero dejar constancia de ello. Quiero que este momento no se me olvide dentro de mi lejano subconsciente. Quiero que cuando llegué a Madrid recuerde, además de la imagen de Lisboa de noche lloviendo, a los jóvenes bailando con una música y unas luces que venían “de arriba”.
Que sí, que soy feliz. Que me gusta vivir, y más aún si es para contar cosas de este estilo.



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